Por Emilio Flores Escalona
Se conoce el concepto de racismo como la forma de segmentar a una población según la idea de la raza o el color de piel. Sin embargo, países como el nuestro suelen negar la existencia de este fenómeno. El racismo nacional se torna mucho más complicado de visibilizar y aceptar, a diferencia de otras naciones como la estadounidense, donde es mucho más visible y por lo menos más atendido que en México.
“La discriminación racial en México rebasa la cuestión indígena. En la vida social ordinaria circulan y se articulan estereotipos que atañen un abanico de posibilidades fenotípicas asociadas a fenómenos de marginación, pobreza y carencia de oportunidades.” (“En México racismo y…” 2012, p. 2) , el racismo en México engloba más allá de la etnia o el tono de piel, es un conjunto de aspectos físicos, económicos, sociales y culturales. La vasta variedad de elementos que se le critica a un mexicano complica el acercamiento a este problema y genera su total negación. Es posible que este problema sea derivado de la falsa solución: el mestizaje.
Esta supuesta solución consistió en el sincretismo de las culturas mesoamericanas y las del trasatlántico europeas, es decir, una homogeneización. El proyecto fue un discutible éxito, actualmente la mayoría de la población comparte raíces europeas como indígenas y no existe el discurso de razas en la cultura popular, sino el de etnias. Pero esta implementación dejó secuelas muy cimentadas dentro del núcleo social de la nación.
Con esta implementación, los mexicanos enaltecen sus diferencias más allá del color de piel, pues cada matiz representa un nivel menos de status y un contexto distinto, es decir, por cada tono más oscuro se intensifica un prejuicio de marginación económica, cultural o social. En vez de realmente homogeneizar una nación, lo que sucedió fue una sociedad de constantes señalamientos de distinciones. Por la falta de un obvio contraste entre apariencias indígenas y europeas, lo que se constituyó fue una serie de códigos que inconscientemente están relacionadas intrínsecamente con la tez y con la clase social, los modales, el nivel educativo, las maneras de hablar, las facciones, la situación económica, los oficios y un sinfín de conductas. Es aquí donde el racismo en México no es público como un apartheid, sino diría Navarrete (2012), es privado.
El concepto de racismo privado quiere decir que el resaltar las diferencias y promover la aspiración al modelo blanco es un asunto totalmente personal, no hay alguna ley o movimiento que limite los prejuicios de cada uno. A pesar de lo último el racismo sí que tiene una estrucutura que lo prolifera, me refiero a los medios y a la publicidad “No dudo que si los medios de comunicación y la publicidad mostraran una mayor variedad de tipos físicos, seguramente el gusto de la mayoría de la población también se haría más variado” (Navarrete, 2016, p. 83).
Es entonces que el racismo y la discriminación se presentan en el mundo mercantil y publicitario. Por ejemplo cuando vemos un poster de una fragancia o el comercial de un jabón, se nos vende junto con el producto el concepto de la belleza y el éxito. Con el propósito de que sea comprado, montan situaciones “aspiracionales”, y estas son siempre explícitamente presentadas con personas de tez blanca. “A los morenos en cambio toca la dura realidad de la pobreza y la marginación, la infamia y la fealdad” (Navarrete, 2016, p. 62). Estas ideas para los medios les funciona muy bien, solo basta con usar un modelo blanco para englobar el concepto de éxito, belleza y superioridad social y así hacer más rentable sus productos. Pero también para los medios del periodismo amarillista y sensacionalistas, el modelo de piel más oscura les resulta muy útil. Utilizando un perfil moreno engloban el concepto de la pobreza, delincuencia y marginación social. Notas periodísticas hablando de fosas comunes, secuestros, cuerpos colgados o baleados, son representados con una imagen de grupos morenos y terminan siendo ejemplo de la insensibilidad de la violencia de la tez morena, puesto que es más sencillo asimilar tal visceral información desde la desconexión social de estos grupos. Dentro de esta lógica, hay vidas que sí se pueden prestar al juego y al espectáculo mediático, y esas vidas tienen color: “hay un prejuicio que de antemano coloca a los jóvenes asesinados como delincuentes, estos jóvenes pobres son generalmente morenos o con rasgos indígenas. La violencia generalizada en México ha venido a reforzar el racismo y clasismo” (Berlanga, 2015, pp. 18-19). Refuerzan la desconfianza y los prejucios, los medios se han encargado de contar estas historias de víctimas en una narración que tiende a criminalizarlos, por lo que en muchas ocasiones se figura a un maleante como una persona morena mal vestida, todo lo contrario a la figura blanca.
Finalmente la sociedad se defiende al entablar que el verdadero problema es el clasismo, pero como se explicó, dichos fenómenos se configuran en el mismo marco del racismo, el “naco” tiene color y el “fresa” también. Incluso Navarrete (2016) comentó que el término naco es una forma de desprecio brutal para señalar a los de menor estatus económico y de mayor tez morena, esto quiere decir que aunque el principio del clasismo es la discriminación por clases, los prejuicios sociales siempre están relacionados con la tez. Un ejemplo de ello es la inmediata representación de ambos modelos en los medios, según datos de la lectura de Navarrete (2016), en una revista de índole glamorosa y elegante, sólo se publicaron 11 modelos morenos a diferencia de 666 caucásicos.
Todas estas ideas racistas, convierten al mexicano promedio, en un ente en constante alerta donde la desconfianza prevalece. Conceptualiza al pobre como una amenaza color café cuyos dotes no son suficientes para el buen funcionamiento de la sociedad. La formación de estos prejuicios desencadena en formas de odio, violencia y sobre todo de desigualdad. “Los mexicanos nos preocupamos tanto por exagerar nuestras diferencias y por demostrar nuestra blancura social” (Navarrete, 2016, p. 72) pareciera ser que, en México, las interacciones sociales se convierten en una lucha campal desenfrenada en ver quién es más blanco y quien es más moreno. Ese desagradable conflicto produce la interiorización de estos códigos incluso en los ya discriminados: “grupos históricamente oprimidos también llegan a ejercer el racismo, debido a que si bien han sido objeto de discriminación, al mismo tiempo han interiorizado los códigos y valores de los que han sido víctimas.” (“En México racismo y…” 2012, p. 1).
Sin duda el racismo en México se encuentra completamente relacionado con el clasismo y muchas más formas de discriminación, pero lamentablemente día con día se perpetúa de una manera tan estructural que nos causa extrañeza escuchar que México es racista. Cabe concluir que es momento de crear nuevas formas de comunicación en las que se representen de manera diversa a la sociedad mexicana, sin recaer en estos estigmas sociales de aspiración y belleza unicamente blanca. Es de total importancia visibilizar el problema y reflexionar como sociedad acerca de estos codigos que tanto consumimos y que tanto producimos. Aprender a dejar de apropiarle colores a la desigualdad.
Referencias
· Berlanga, M. (diciembre 2015). El espectáculo de la violencia en México actual: Del feminicidio al juvenicidio. Revista Mexicana de Orientación Educativa, 8(21), 1-2.
· En México, racismo y clasismo se acompañan. (20 de marzo de 2012). Dirección General de Comunicación Social de la UNAM. Consultado en https://www.dgcs.unam.mx/boletin/bdboletin/2012_175.html
· En México, ser indígena representa discriminación, marginación y pobreza: encuesta UNAM (23 de julio de 2016). Dirección General de Comunicación Social de la UNAM. Consultado en https://www.dgcs.unam.mx/boletin/bdboletin/2016_490.html
· Navarrete, F. (mayo 2016). México racista una denuncia. México: Grijalbo.
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